En la mitología china, el Sol es simbolizado a veces como un cuervo de tres patas llamado ave solar. A veces hay diez de ellos, siendo la descendencia de Di Jun, Dios del Cielo Oriental. Las diez aves solares residen en una morera en el Mar Oriental; cada día uno viajaría alrededor del mundo en un carruaje conducido por Xihe, Madre de los Soles. Finalmente, las aves se cansaron de la rutina y decidieron que todas debían ascender a la vez. El calor de la tierra fue intenso. Como resultado, los cultivos se marchitaron. Los lagos y estanques se secaron. Los humanos y animales en refugios se refugiaron o murieron de agotamiento. Pasó el tiempo y continuó el sufrimiento. El emperador Yao decidió pedir la intervención divina y suplicar ayuda a Di Jun. Di Jun estaba al tanto de fechorías y envió a Houyi, el dios de la arquería, a enseñar una lección a sus hijos. Di Jun solo quería que Houyi los asustara para que no actuaran mal de nuevo. Houyi también quería terminar pacíficamente con la crisis, pero un solo vistazo de la tierra quemada fue suficiente para convencerle de que eran necesarias medidas drásticas. Enfurecido por el sufrimiento de la gente causado por la mala conducta de las aves solarse, Houyi levantó su arco y les disparó uno a uno. Al matar al noveno, el emperador Yao se apresuró en detenerlo, ya que matar al último dejaría al mundo en total oscuridad. Houyi aceptó y fue aclamado como el héroe de la humanidad, pero sus acciones le crearon enemigos en el Cielo y como resultado fue castigado con la ira divina. En una versión alternativa, Houyi intentó solucionar el problema pacíficamente simplemente asustando a las aves solares, pero al acercarse a ellos y amenazarle con flechas, pero se rieron de él y dijeron que no se atrevería a dispararle, sabiendo que su padre no le dejaría. Enfurecido por esto, Houyi apuntó y disparó a uno de los soles del cielo. Houyi se dio cuenta que había actuado movido por la ira y sabía que tendría problemas con Di Jun, pero razonó que ya que había empezado, debía terminar la tarea y disparar a los soles que quedaban. Pero antes de que pudiera disparar al último, vino el emperador para detenerlo y recordarle que el mundo necesitaba al Sol. Desde entonces, el ave solar superviviente es asustado por Houyi, siempre cumpliendo su deber y comportándose bien, siempre ascendiendo y poniéndose a tiempo.
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